Empiezo con un pequeño ejercicio de imaginación.
Imaginemos al señor Carruthers. El señor Carruthers, inglés de pura cepa, londinense, gentilhombre donde los haya, nació en 1830. Cuarenta años más tarde se ha convertido en un hábil inversor y tiene varios cientos de libras invertidas en la Real Compañía de Telégrafos, una empresa que me acabo de inventar pero podría haber existido. Cuando el señor Carruthers desea comprobar la situación de sus acciones, visita su banco de confianza, el Cheltenham & Gloucester, a dos manzanas de distancia de su casa. Allí, como cada vez, es atendido por el director en persona, su amigo y compañero de estudios el señor Pembrey. Los señores Pembrey y Carruthers charlan amistosamente una media hora, tomando un té si la ocasión lo permite, y consultan juntos los enormes listados de cotización que los agentes de bolsa consiguen a diario. Las acciones del señor Carruthers suben, suben y suben (y lo harán al manos hasta que el teléfono comience a desplazar al telégrafo). Cada vez que visita el Cheltenham & Gloucester, el exquisito trato del señor Pembrey y la atención que éste le dispensa son motivo suficiente para alegrar al señor Carruthers durante el resto del día.
Esta hipotética historia habría sucedido en la década de 1870.
Imaginemos ahora, en otro ejercicio imaginativo, que el señor Carruthers viaja ciento y pico años al futuro. Llega de repente a nuestra época y se encuentra con un mundo muy diferente. Si el señor Carruthers quisiera ir al banco para comprobar el estado de sus acciones, se encontraría con que el señor Pembrey, lógicamente, ya no está. Ni él ni ninguno de los antiguos empleados. Es más, ni siquiera el banco es el mismo, puesto que ahora pertenece al Lloyds Banking Group. En fin, el señor Carruthers intenta hablar con el actual director, pero no lo consigue. Los trabajadores, que tan solo muestran hacia él una forzada cortesía, le dan vueltas y más vueltas hasta que consigue hablar con el director de esa oficina (sí, ahora hay muchas más, por lo visto ese banco está ahora en todos los lugares del mundo). El director, que ya no se hace llamar señor sino que se presenta simplemente como Jonathan, muestra una impaciente educación con el señor Carruthers. Le explica que sus aciones ya no pueden consultarse en el banco, y rápidamente lo envía a la bolsa. En la bolsa ya nada es lo que era. Hay gente en camisa, sudorosa, vociferante, nerviosa. El señor Carruthers no se entera de nada entre tanto grito y pantalla luminosa. Nadie le conoce, nadie quiere conocerle. Alguien le dice que tiene que consultar sus acciones en internet. ¿Qué infiernos es eso? ¿Teclear ante una pantalla? Aturdido y confundido, se pregunta qué demonios ha sido de aquella manera de trabajar que él había conocido, esa amabilidad, esa atención al cliente. ¡Demonios, antes podías ir a tu banco sin tener que conformarte con una sucursal y hablar en persona con el señor director! Desesperanzado, el señor Carruthers llega a una conclusión: su empresa, el banco, ha traicionado a todos sus clientes con sus cambios.
Antes de que empecéis a preguntaros a qué coño viene esta historia, dejadme continuar un par de minutos más.
El señor Carruthers ha vivido ciento y pico años de evolución humana en un chasquido de dedos. Lógicamente, se encuentra perdido, confuso. Todo aquello a lo que estaba acostumbrado ha desaparecido y ha sido reemplazado por el siglo XXI. Por fortuna, a los humanos no suele ocurrirnos eso. Los viajes repentinos en el tiempo son lo bastante raros como para que la mayoría de nosotros no los experimentemos nunca. De modo que vemos la vida pasar lentamente, vemos los cambios afectar poco a poco a aquello que conocemos, y vemos como nuestras costumbres de antaño van cambiando paulatinamente. Sí, a veces nos paramos a analizar cómo eran las cosas antes y nos sorprende lo mucho que han ambiado. En el siglo XXI los cambios son mucho más rápidos que en 1870, y no es necesario esperar cien años para ver como las cosas cambian radicalmente.
¿Veis ahora dónde quiero llegar? A los aficionados de GW que llevamos unos cuantos años metidos en el mundillo. Hemos visto como GW ha evolucionado desde un garaje hasta una multinacional. Hemos vivido su introducción en España. Ahora mismo GW cotiza en bolsa y tienen inversores y accionistas ante los que debe responder, igualq ue cualquier empresa que esté, por ejemplo, en nuestro IBEX 35. Es ingenuo pensar que Marisa, la modista de la esquina, nos va a atender igual que una tienda de Zara. Es absurdo pensar que una empresa multinacional, bursátil, con divisiones como Forge World o Black Library, va a darnos la misma atención que cuando era casi una PYME. Es igualmente imposible que una empresa llegue a expandirse hasta donde lo ha hecho GW con juegos complejos y minoritarios; deben simplificar, adaptarse al mayor número de clientes, tomar como objetivo a los más jóvenes. No es necesario hablar de traiciones, de falta de respeto, de desprecio al cliente, ya que, de hecho, muchas decisiones de GW tienen el objetivo opuesto: seducir a nuevos compradores y hacer clientes nuevos.
El fan de 30 y pico años se siente un tanto desplazado. Es normal. La empresa ha cambiado y nosotros mismos también. No tenemos ya 14 años, cuando todo parecía flipante, asombroso, sorprendente. GW es una empresa con el mismo fin que todas: ganar dinero y expandirse, y simplemente no hubiera podido hacerlo si hubiera mantenido la misma política que echamos de menos, la de los años 80-90.
Espero críticas.
Curiosa la metáfora que utilizas para hacer entender la evolución de Games Workshop. Para empezar, estoy totalmente de acuerdo con tu conclusión, que GW ha crecido y que debe adaptarse a una clientela mayor y tal, pero eso no quita que deba "traicionar" a los antiguos seguidores. Se puede evolucionar como empresa sin dejar los valores con los que empezó atrás.
ResponderEliminarOtra cosa ya son las numerosas decisiones bastante cuestionables que ha ido tomando GW a lo largo de su historia; por ejemplo el cambio de nombres en la nueva gama de pinturas, finecast, el sacar casi únicamente personajes y miniaturas de peana grande y otros etcéteras que ya sabemos.
Un saldudo!
Una duda, cuando dices personajes y miniaturas de peana grande, ¿te refieres la moda de sacar monstruos y cosas enormes?
EliminarJuas, sé a qué te refieres! Cuando empezaron a sacar ese tipo de inmensidades, creo que todos nos maravillamos un poco... pero cuando resulta que TODO es ciclópeo y monstruoso, uno empieza a sospechar que acabaremos jugando con figuras de Masters del Universo. En fin, no sé, igual el hecho de que el 50% de tu ejército sean minis de tamaño descomunal NO hace que el juego en cuestión sea mejor.
EliminarGran entrada!
ResponderEliminarCreo que es común en La Forja de Marte, está creciendo, el número de personas que cada vez está más harta de leer quejas sobre Games Workshop y ver cómo es demonizada A DIARIO por algunos que además tienen la cara de decir que les encanta... cuando es mentira.
Aunque eso sí, cuando pueden, no dejan de salir en fotos de la White Dwarf...
Dani, llevas razón y no... la empresa vive DE TODOS sus clientes, por supuesto, pero dentro de ese TODO le es más rentable, que es a lo que va la empresa, el mimar más a la gente que hace un gasto GRANDE ocasional (niños con la VISA de papá) a frikis treintañeros que si entran es para una pintura, o un blister, o... poco gasto.
Es injusto? Sí, pero es su visión del mercado y por ahora les va de putísima madre con ello.
Que nosotros ahora lo veamos "raro" o mal, es simplemente porque nosotros ya no somos esos niños que comenzaron casi a la par que GW en España y fueron muy mimados por ella en TODOS los sentidos: no había Internet, era un hobby muy llamativo...
Das en el clavo al mencionar el hecho de que no hubiera internet cuando GW empezó en España. Antes no tamían ser comidos por la competencia, porque casi no había y era muy difícil informarse sobre marcas alternativas (sobre todo en ciudades no tan grandes como Madrid, Barcelona...). Ahora, cuando tienes un centenar de marcas alternativas a un clic de distancia, GW tiene que tratar por todos los medios de entrar por los ojos de los jugadores nuevos. Tienen que hacer figuras enormes, ejércitos descomunales, escenografía inmensa. Tienen que dejar al chaval en cuestión deslumbrado para que ya no pueda ver nada más...
EliminarLos clientes de más edad no solemos caer en esos trucos y nos parecen un poco infantiles. Compramos lo que nos interesa en ebay, vamos a marcas alternativas, en fin, abarcamos más opciones. En la tienda a la que voy hay gente de todas las edades, y los que tenemos más años nos sentimos un poco confusos cuando vemos las nuevas figuras tamaño XXXXL! Solo nos falta mesarnos las barbas y pedir julepes de menta!
Un saludo!
A éste paso tendremos maxituras en vez de Miniaturas jaja
ResponderEliminarSiento hacer spam, pero me gustaría compartir con vosotros esto que escribí sobre las miniaturas grandes y ya que lo que pienso de ellas ya está dicho, tan sólo echadle un vistazo: http://furordeltrueno.blogspot.com.es/2012/01/games-workshop-y-sus-bichos-grandes.html
ResponderEliminarEsto no es spam, hombre. Voy a leerte.
EliminarGran artículo, Dani!!
ResponderEliminarGracias, aunque ya tiene algún tiempo jaja.
EliminarUn saludo!