viernes, 7 de febrero de 2014

Rolemaster: el Rey de Andrajos (II)

Aquí podéis leer lo sucedido anteriormente.

De momento, el grupo se encuentra desanimado. Regresan de su fallida persecución a Winarom*, y durante un tiempo se dedican a conocer la gran ciudad. No teniendo nada mejor que hacer, se dedican a beber calimocho en una taberna (sí, tenían tablas para jugar al duro y todos acabaron con una mamada de campeonato; Xhioj se proclamó campeón esa noche, sin que el alcohol le afectase lo más mínimo). El Elfo Gáladhon posa sus ojos en una joven parroquiana que, aunque no muy agraciada, iba haciéndose más atractiva según empezaba a correr el alcohol. Se cruzan las miradas y el Elfo acaba entablando conversación con la tímida jovencita, para escándalo de sus dos viejas acompañantes (damas de compañía o algo parecido). Se citan para más tarde, en secreto, lo cual da pie a la siguiente situación.

Mientras sus amigos se emborrachan como si no hubiera un mañana, Gáladhon decide salir de la taberna e ir en busca de la joven. De camino (recordemos que es plena noche) oye a alguien hablar a grandes voces sobre "asuntos de los montañeses". Se acerca y se encuentra a un tipo corpulento y desaliñado, contándoles batallitas a otros dos señores; el trío parece haber salido de una taberna cercana. Gáladhon se une a la conversación y gracias por una parte a sus habilidades de mentalista y por otra a lo bocazas que resulta ser el señor, se entera de que uno o varios grupos de montañeses tienen sus campamentos muy al norte de la ciudad, en las tierras de los Pueblos Trashumantes. Los montañeses traman algo y quieren que regrese su Rey. Antes de saber más, se dan cuenta de que alguien les espía desde las sombras de un callejón; al verse descubierto, el espía se esfuma. Breoc, el voceras, se siente de pronto asustado y no habla más. Gáladhon se olvida de él, por el momento, y visita a su amiguita con románticos resultados.

El poderoso Xhioj, bebedor inamovible
Al día siguiente Vania y Gorflim conocen el significado de la palabra "resaca". El grupo decide investigar qué es el medallón que encontraron en el montañés del carruaje, y para ello van a los Archivos de la ciudad. Después de una ardua mañana de investigación, dos cosas quedan claras: no hay ningún Rey montañés (al menos que se sepa) y no saben qué demonios es ese símbolo. Por otra parte, la rueda es un símbolo relativamente frecuente entre los montañeses, especialmente hasta hace uno o dos siglos. ¿Qué Rey, entonces, quieren que regrese? En los Archivos les sugieren que visiten a ese erudito local, el que tiene ascedencia élfica, ¿cómo se llamaba? Ah sí: Elarias.

Esa misma tarde ocurre un suceso inquietante. Cerca de los límites de la ciudad han visto a una sombra, una figura que parecía la de un hombre corpulento embozado en negro, y a cuyo alrededor flotaba un aura de gran miedo. Dos personas lo vieron en uno de los callejones, moviéndose entre las sombras del atardecer; ambas son presa del pánico. Extraño.

Guerrero montañés
Nerviosos, los aventureros se dirigen a la casa-observatorio de Elarias. Durante un siglo de su larga vida de semielfo ha vivido aquí, estudiando la historia local y al tanto de lo que ocurre en la región. Si alguien tiene alguna pista sobre lo que está ocurriendo, es él. Pero no será tan fácil hablarle. Porque justo cuando entran en la casa, en el momento mismo de cruzar el umbral, Amanaki se da cuenta de que son observados. Un individuo les espía desde una esquina cercana, y trata de ocultarse al ser descubierto. Sin dudarlo, Amanaki corre hacia la callejuela y se encuentra con dos personas, un montañés y un habitante de la ciudad, con las armas ya en la mano. Todo el grupo corre en ayuda del nómada y, sin preguntar demasiado, hacen gala de su habitual estilo ultraviolento. El montañés es convertido en carne picada, mientras que el otro es derribado y capturado. Ambos luchan como posesos. "¡Por el Rey! ¡El Rey volverá!", grita el montañés antes de morir.

Ante la mirada atónita de Elarias, cogen al superviviente, lo meten en la casa y lo atan a una silla. Wulgrum y Xhioj utilizan sobre él sus poderes de persuasión (cuando digo "persuasión" me refiero a astillas de madera, filos cortantes y palillos en los ojos) para intentar averiguar qué sabe este delincuente del famoso Rey. Gáladhon usa sus poderes y, tras un pequeño duelo mental, consigue la siguiente respuesta:

- El Rey al que esperamos es el Rey de Andrajos. Se alzará de nuevo y llevará a los montañeses a su antigua gloria. ¡Sus dominios se extenderán desde el Lago de las Especias hasta las Montañas! Pero... ¿por qué te he dicho eso? ¡Ahora los siervos del Rey vendrán a por mí! Son como sombras, y me matarán. ¡Os matarán a todos!

El montañés muerto en la lucha lleva el mismo emblema de la rueda y la calavera. En pocos minutos llega la guardia, atraida por el revuelo. Las ansias torturadoras de Wulgrum y Xhioj tendrán que esperar, al menos mientras todo el grupo es interrogado. Por una vez, al menos, no han empezado ellos la trifulca.

Elarias contempla lo que sucede estupefacto. ¡Montañeses hablando de Reyes que vuelven, símbolos del pasado que reaparecen, y gente temerosa de unos extraños espectros! ¿Acaso las leyendas del pasado cobran vida de nuevo?

*Hay una razón por la que el mago Siegfried no aparece en todo el relato. Wulgrum se había subido a un árbol con la esperanza de ver algo interesante en las cercanías del carromato abandonado, y se cayó mientras bajaba. A Siegfried se le ocurrió lanzar un hechizo de levitación de mayor nivel que él, con mucha prisa y sin la debida preparación. El resultado fue una de las mayores pifias que se recuerdan, y un cortocircuito mental que dejó al pobre mago incosciente durante casi un día e incapaz de usar magia varias semanas.

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