jueves, 17 de julio de 2014

Rolemaster: el Lobo y el Fuego (II)

Tras destruir a los zombis, varios jinetes se acercal a la aldea. Se trata de varios exploradores Nómadas, al mando de un extravagante individuo vestido con colores llamativos. Amanaki los reconoce como miembros del clan de los Hombres de Fuego, conocidos (y temidos) por incorporar hechiceros entre sus filas. A los Hombres de Fuego les gusta acabar con sus enemigos de forma un tanto pirotécnica, y sus estandartes muestran una llama ondulante. Este grupo, sin embargo, es pacífico y únicamente busca algo de reposo y agua para sus monturas. Los aventureros charlan un rato con ellos y así se enteran de que hay dos grandes facciones de Nómadas en la región. Por un lado están los Hombres de Fuego y por otro el clan del Lobo Estepario. Entre ambos clanes hay un odio visceral que a menudo desemboca en violencia, sin que nadie sepa exactamente de dónde viene este enfrentamiento.

Un estandarte de los Hombres de Fuego

Habría que destacar una anécdota ocurrida esa noche. Los Nómadas tienen costumbres extrañas, y una de ellas es aspirar los vapores de una extraña planta que al parecer puede afectar a la mente de las personas. Xhioj, extrañado por esta actividad, quiere probar... con previsibles resultados. La sustancia le nubla un tanto el entendimiento y se va a la cama sintiendo que todo le da vueltas (situación que provocó grandes risas en los jinetes). En mitad de la noche se despierta y se encuentra ¡en mitad de un campo de batalla! Cadáveres y heridos se extienden a su alrededor, mientras una densa niebla lo cubre todo. Cerca se oye el rumor de la lucha y los gritos de los guerreros. De pronto un grupo de jinetes cruza la escena a toda velocidad, seguida por hombres a pie. Xhioj puede distinguir guerreros Nómadas y soldados de las ciudades de occidente (Winarom, Ciudad Lacustre...). Se oye una voz que grita "¡los muertos! ¡Vienen los muertos!". Mientras ve cómo los guerreros huyen, escucha un sonido de ultratumba que emerge de la niebla...

... Y se despierta. Todo era un sueño. ¿O tal vez una visión? El líder de los Nómadas está mirándole con un gesto indescifrable. Xhioj vuelve a dormirse.

Al día siguiente los Nómadas anuncian que partirán hacia el este. Los aventureros, no teniendo cosa mejor que hacer, les siguen (al final los jinetes les propusieron ir todos juntos, ya que veían cómo el grupo de aventureros les seguía a cierta distancia, de forma un tanto absurda). Tras un dia y medio de tranquilo viaje, el líder de los Nómadas mira al cielo un largo rato y, como atendiendo a una orden invisible, anuncia que deben partir hacia el Lago de las Especias porque algo gordo se avecina. Los Nómadas parten, dejando atrás al grupo. Excepto a Amanaki, el único capaz de seguirles el ritmo, que decide ir con ellos. De momento desaparecen de nuestra historia.

El resto del grupo se queda sin saber muy bien qué hacer en medio del páramo. Esa noche deciden acampar junto al camino. A medianoche oyen un lejano rumor y ven una hilera de antorchas que se acercan. Se trata de una compañia de soldados de Ciudad Lacustre (unos 200) acompañada de agregados de otras ciudades. Marchan hacia el este, con intención de unirse a fuerzas militares de otras ciudades y obligar a los Nómadas a presentar batalla (o, al menos, intimidarlos). El capitán Lucius, comandante de la compañía, evalúa acertadamente a los aventureros como guerreros potentes y les ofrece un puesto como auxiliares (mercenarios). El intendente pagador Wilhelm anota los nombres del grupo y pasan a formar parte de la fuerza a cambio de una buena paga.

Pasan varios días de marcha, guiados juiciosamente por el capitán Lucius a través del Pantanal de los Caballos. Estas marismas, que se extienden a lo largo de muchos kilómetros al norte del Lago de las Especias, son el hogar de infinidad de leyendas e historias a cual más ominosa y fantasmal. Por suerte o por acierto de los guías, la compañía las atraviesa sin ningún peligro. Xhioj se encuentra especialmente alerta ante las historias de espectros de los pantanos y demás fantasmagorías, sobre todo después de su sueño-visión.

Mientras tanto, Amanaki ha viajado junto a los Nómadas. Ha llegado a las tierras del País de los Clanes (montañeses) y se dirige a un valle oculto en el que se encuentran las fuerzas de los Hombres de Fuego. Antes de llegar, el mago-sargento le da a elegir: seguir adelante y servir a los Hombres de Fuego y a su líder, Ogamal; o bien dar media vuelta y olvidarse de ellos. Amanaki elige continuar. Llegan a un valle agreste, de difícil acceso, que se abre un una gran explanada. La llanura está ocupada por una gran hueste de varios miles de jinetes; una gran yurta carmesí domina el terreno circundante. Allí se les toma juramento a aquellos que desean luchar por el Clan: nómadas recién llegados, occidentales, mercenarios renegados, montañeses... A todos se les reúne ante un enorme y poderoso guerrero, Ogar, general del clan, mano ejecutora de Ogamal, y allí hacen un juramento de sangre comprometiéndose a luchar por los Hombres de Fuego. Amanaki hace el juramento.

En ese momento, una pequeña figura, una especie de hombrecillo alado, sobrevuela el campamento hasta llegar a la gran yurta carmesí. Unos minutos después se oye el estruendo de unos cuernos de guerra y una gran agitación domina el campamento. Los Hombres de Fuego van a la guerra.



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