Esquiva y golpea, esquiva y golpea. Hanulf el Solitario llevaba dos horas machacando metódicamente a los jóvenes Garras Sangrientas en una de sus infames sesiones de entrenamiento. Esquivar y golpear, con la práctica que otorgan dos siglos de luchas casi ininterrumpidas. Los jóvenes del Capítulo conocían a Hanulf como un tutor despiadado y áspero, pero con inmensos conocimientos en todo lo relacionado con destruir a un oponente. Casi todos los componentes de las Compañías novena y décima, las más bisoñas del capítulo, habían pasado por sus manos durante las últimas décadas. Muchos grandes guerreros de la actualidad habían sido apaleados por Hanulf en su juventud.
Hanulf maldecía y provocaba a los cachorros de Lobo Espacial, enfureciéndoles o intimidándoles, según el caso, hasta hacerles caer en un error potencialmente letal. Gracias a la increíble resistencia física de todos los Marines Espaciales, ninguno de ellos permanecía demasiado tiempo inconsciente.
Un sonido neumático anunció la llegada de un visitante a la gran sala. Todos reconocieron, recortándose en el dintel de la puerta, la imponente silueta de Hage, Líder de Batalla de la Segunda Compañía, uno de los maestros de armas del Capítulo. Los Garras Sangrientas se cuadraron automáticamente. El joven que en ese momento se enfrentaba a Hanulf, visiblemente nervioso, apartó la vista de su oponente sólo un instante, lo justo para estudiar al recién llegado. Hanulf aprovechó el momento. Logró agarrar al joven, lo cual siempre eran malas noticias, y lo atrajo brutalmente hacia sí agachándole la cabeza. Cruzando sus antebrazos como troncos bajo el cuello del joven, tiró hacia arriba usando su propio e imponente pecho para hacer palanca y estrangular al desgraciado Lobo. Al cabo de unos instantes de fútil lucha, el cuerpo de este pareció aflojarse y dobló las rodillas. Hanulf lo dejó en el suelo sin demasiados miramientos y vociferó.
- ¡No apartéis la vista de vuestro adversario, maldito sea El Colmillo! ¡No me importa que sea el Gran Lobo en persona quien entre aquí, mientras me tengáis delante vuestra vida ES MÍA, MALDICIÓN!
Los jóvenes se revolvieron intranquilos.
- Me preguntaba, Hanulf –dijo Hage con rostro amable-, si podrías dar una tregua a estos jóvenes para escucharme un momento o dos.
Hanulf respondió con uno de sus acostumbrados gruñidos, despidiendo a los alumnos con un movimiento de cabeza. Ambos permanecieron en silencio mientras iban saliendo del salón, y luego Hage habló:
- He recibido órdenes de El Colmillo –dijo, esperando captar la atención de Hanulf. Éste gruñó -. Se trata de una misión.
Hanulf le miró con poco interés. Nunca ardía en deseos de ir a la guerra, a no ser que se le hablase de batallas apocalípticas y bestias casi mitológicas. “Una misión” despertaba en él la misma emoción que hacer guardia en la cantina.
- Se nos pide que la segunda y cuarta Compañías, con apoyo de elementos de exploración y de apoyo pesado de El Colmillo, abandonemos esta misión de reclutamiento y acudamos raudos al planeta Chiros.
- Chiros –dijo Hanulf sin levantar una ceja.
- Mundo agrícola Chiros, Sector Uhulis, junto a…
- ¡Maldita sea, sé dónde está Chiros, sé lo que es y sé cuánto hace que los Hijos de Russ no nos acercamos por allí! La última vez fue cuando Ulrik era joven, demonios, y fue para repeler una insignificante invasión de unos desgraciados piratas del espacio.
- Bien –dijo pacientemente Hage-, me alegra que conozcas el sector y el objetivo. Nos ahorrará tiempo y trabajo.
Hanulf se revolvió impaciente, queriendo librarse de aquel encargo monótono y sin interés alguno. Miró por el ventanal que había tras ellos, por el costado de la nave Fauce Carmesí, hacia las estrellas.
- ¿Qué ocasión puede haber allí para la gloria? ¿Cuántos enemigos dignos de los Lobos Espaciales pueden encontrarse en un sitio así? ¡Un mundo de campesinos! Confío en que no tengamos que trabajar junto a la División Agrícola y fumigar los cultivos para acabar con alguna terrible plaga de pulgones.
Hage, casi sonriendo, dejó que Hanulf terminase de despotricar. Miró la poderosa espalda, surcada de cicatrices brillantes, del viejo Lobo Espacial.
- Bueno, el Gran Lobo afirma que en Chiros se están dando cita varios ejércitos. Se rumorea que los Ultramarines ya están desplegándose. La Guardia ha enviado a varios regimientos para reforzar a las Fuerzas de Defensa Planetaria. Te preguntarás, como astuto guerrero que eres, por qué tanto despliegue. Pues bien, es porque…
- Ultramarines –comentó quedamente Hanulf, con poco disimulado desprecio-…
- … también hay varias razas xenos que codician ese planeta. Se habla de Caos, cultistas y guerreros sedientos de sangre, extrañas sectas que florecen a lo largo y ancho del planeta poniendo en peligro su estabilidad. Los Necrones, es maldita raza de metal y carne, han emergido de algún lugar del planeta y amenazan varios baluartes.
Hanulf se volvió, con repentino interés en la mirada. Recordaba las últimas batallas en las Estrellas Necrófago contra el Caos. Al menos eran guerreros dignos de enfrentarse a él. Pero Hage, que se guardaba un último as en la manga, continuó:
- Y lo más terrible, el mayor peligro, la razón por la que necesito que estés junto a mí y mis hombres, es que se habla... es más, ha sido confirmada la presencia de la mayor de las amenazas xenos. ¿Por qué crees que los Ultramarines han acudido tan raudos, amigo?
Sus palabras ejercieron el efecto que Hage había deseado. El rostro de Hanulf mostró sorpresa, y un segundo después comenzó a formar una mueca de rabia. Se pasó los dedos por una notoria cicatriz que le cruzaba el pecho.
- Así es, hermano. Los Tiránidos están en Chiros. Se han visto formas menores, guerreros, Genestealers y gantes, hasta ahora. Pero sabes bien que habrá bestias mucho mayores, con el tiempo. Lo invadirán todo, lo consumirán todo, como una plaga de langostas, como hacen siempre. Por eso te necesito, Hanulf.
Por la mente de Hanulf pasaron en rápida sucesión los recuerdos de las últimas batallas contra los malditos Tiránidos. Las primeras victorias en el helado Shadrac contra la condenada flota enjambre Medusa, la paralización de la ofensiva, y la lenta y agónica derrota que finalmente sufrieron los defensores. Recordó el día en que abandonaron definitivamente el planeta en manos de los infames xenos. Un mundo entero arrebatado al Imperio ante las manos impotentes de Hanulf. Nunca, desde las masacres de aquella época, volvió a dirigir personalmente a sus hombres: desde entonces Hanulf luchaba siempre solo.
- Dime solo una cosa, Hage –exigió Hanulf con una voz que no admitía réplica-. Dime si podré luchar contra este enemigo a mi manera. Bajo tus órdenes y las del Capítulo, pero con honor. A mi modo.
- Es todo lo que te pido, amigo –aseguró Hage.
Se estrecharon las manos a la manera de Fenris, agarrando el antebrazo del otro. No dijeron más, porque la guerra los necesitaba y cada cual quería hacer sus propios preparativos. El Líder de Batalla Hage observó como Hanulf se alejó con paso enérgico y se alegró de contar de nuevo con su amigo en el conflicto que se avecinaba.
Me dan ganas de meter un Hanulf en la lista XD
ResponderEliminarEs un Lobo Solitario!
EliminarMaxiiiiii!!!
ResponderEliminarNo seas malo y continúa la trama!
Que tengo ganas de saber cómo termina...
Excelente relato!!
Hanulf, demuestra lo que valen los Hijos de Fenris!!